miércoles, 26 de mayo de 2010

CAPÍTULO XIII

“Quiero sentir todo el calor
que puede dar la humanidad
quiero vivir todo mi amor
a mi manera .”
(20)



A su regreso de Estados Unidos, adonde se dirigió para visitar a su hijo, Lolita hizo un recital con la Orquesta de Tango de Buenos Aires, dirigida por los maestros Raúl Garello y Carlos García, en el “Escenario del Lago”, sitio ubicado en el Rosedal de Palermo. Luego continuaron actuaciones en el Teatro Roma, de Avellaneda y en el Teatro Regina, a beneficio de la Casa del Teatro. También cumplió presentaciones en algunas provincias del interior como Salta, Jujuy, Formosa y Córdoba.
Por entonces Rodolfo Graziano dirigía el ciclo “Radio Cine Nacional”, en Radio Nacional, en el que se brindaban versiones radiofónicas de recordadas películas. A finales de agosto de 1991 le tocó el turno a “Cuarenta años de novios”. En esta recreación en que tomó parte la misma Lolita, ya no cubrió los dos personajes centrales femeninos sino solamente el de Rosita, y como se puso especial relevancia en su función de actriz, únicamente entonó “a capella” pequeñas estrofas de alguna canción.
Sus ilusiones se multiplicaron ante un nuevo acontecimiento artístico llegado de la mano de Polygram, con la propuesta de grabar un disco ‘en vivo’. Así fue que se realizó la grabación, ante una sala completa, en el Teatro Roberto J. Payró, de Banfield, donde Lolita ofreció un recital durante dos noches de septiembre, al cabo de las cuales fue homenajeada con la entrega de una plaqueta conmemorativa. Acompañada por un grupo de músicos que dirigió Carlos Marzán, y con un invitado muy especial, como fue el músico Antonio Agri, por quien sentía gran respeto y admiración, se grabó el disco que se conocería luego bajo el nombre de “En concierto”. Sus últimos trabajos discográficos habían sido muy espaciados e, inexplicablemente, poco difundidos. A partir del disco con Waldo de los Ríos en 1975, siguiendo con el que grabó junto a Ariel Ramírez, en 1977 y el último, en 1988, con Oscar Cardozo Ocampo, la suerte corrida por ellos había sido casi idéntica. Apenas tres placas en el término de trece años que, por un lado, resultaban insuficientes para dejar testimonio del rotundo cambio de su oferta musical y que, por el otro, nunca recibieron la promoción publicitaria merecida. “En concierto” traía consigo ciertas expectativas de reparar lo pasado y, como siempre optaba Lolita, de mirar hacia adelante con renovadas ansias. En el disco, una vez más, intentó abarcar muchos de los géneros musicales que su repertorio contemplaba. Cuando el periodista Leonardo Coire le preguntó cómo se las arregló con ‘la vieja guardia hispánica’, Lolita contestó: “Luché contra la gente. Quería hacer ‘Agua y sol del Paraná’ y me pedían ‘La niña de fuego’. Abrí ventanas, en definitiva, entró el aire”.
La promoción de este nuevo trabajo comenzó en la “Fundación H. I. Astengo” de Rosario, Provincia de Santa Fe. De esas actuaciones dijo el diario “La Capital": “La relación entre la cantante y el público es fluida, sus admiradores la halagan, le piden lo que quieren escuchar, hacen comentarios y preguntas, que ella nunca deja de responder (…) ‘Tenemos Lolita para rato’ gritó una mujer desde un palco. ‘¡Claro que sí, genio y figura hasta la sepultura!’, replicó la cantante con una sonrisa, y se lanzó a bailar, a contonear las caderas al ritmo de una variedad de rumbas flamencas, en las que prodigó su voz y simpatía, en compañía del público y de las luces de la sala, encendidas intermitentemente como en una fiesta”. Siguió luego en el Teatro Cervantes, de Quilmes y, para cerrar el año, tres funciones en el Teatro Liceo, de Capital. Eduardo Giorello, para el diario “La Prensa”, expresó: “El mejor elogio que puede prodigársele hoy es que su encanto y su musicalidad siguen intactos, o mejor, reconocer que el tiempo ha operado en forma favorable en su voz, que a sus calidades naturales ha agregado una madurez reconfortante. Con amplitud sonora, una envidiable afinación y una expresividad adecuada en cada entrega. (…) una magnífica versión en castellano de “Memory”, que nuestra artista recrea en forma inmejorable, casi nos animaríamos a decir como ninguna otra cantante en español”.

En 1992 Lolita cumplió cincuenta años de trayectoria artística y, desde comienzo del año, toda su vida respiró aromas de festejo, razón que la llevó a dedicar mucho de su tiempo y su energía en proyectar el gran evento, la gran fiesta, en la que celebrar una fecha tan trascendental como lo fueron las bodas de oro con el arte. En el Festival de Cosquín fue la figura central de la noche de apertura y apenas unos días después viajó con su esposo a Nueva York para visitar a sus hijos Santiago y Marcelo. Y aunque ya tenía todas las ideas en su mente, fue al regreso de este viaje cuando se puso a trabajar a pleno en la preparación del gran show programado para mayo, mes de su debut en 1942. Durante los meses previos, además de abocarse a los lógicos ensayos, se sometió a gran cantidad de reportajes, tanto gráficos como radiales o televisivos. Néstor Romano la reporteó en su casa, para la revista Flash y, además de preguntarle sobre casi toda su extensa carrera, le preguntó por el ‘de aquí en más’. Lolita respondía: “Pienso que llegó la hora de empezar a lanzar mis memorias. Tengo una vida muy pródiga y mucho que contar. No sé redactar pero Santiago me regaló un pequeño grabador en el que iré contando toda mi vida, de allí saldrá el contexto para que un escritor pueda armarlo (……) Allí podrán descubrir a una Lolita Torres que vieron mucho, admiraron bastante, pero de la cual, creo, se tiene un concepto equivocado. Como de un recato, una moralina, que no es la mía”.
Para el gran festejo se pensó primero en el Teatro Coliseo pero luego de meditarlo detenidamente, Lolita y Lole Caccia se atrevieron a más, optando por el estadio Luna Park. Allí haría un recuento musical de su trayectoria y recibiría la visita de cantantes y músicos amigos, todo ello bajo la dirección escénica de Rodolfo Graziano, quien días previos a aquel acontecimiento artístico, manifestaba: “Lolita tiene una gran virtud: aparte de raíz tiene tallo. La raíz es lo pasado, pero el tallo está floreciente y tiene actualidad. Queda esperar que ese enorme ramaje pueda seguir manifestándose en muchos tablados más.” Por el escenario del Luna, pasaron Mercedes Sosa –que viajó especialmente desde Madrid para esta celebración-, Ariel Ramírez, León Gieco, Antonio Tarragó Ros, Patricia Sosa, Charly García, Víctor Heredia, Jaime Torres, Facundo Ramírez, Luis Landriscina, Oscar Cardozo Ocampo, Carlos Marzán, Antonio Agri y, por supuesto, sus hijos: Santiago y Marcelo, llegados desde Estados Unidos para cantar junto a su madre, Angélica y su ballet, desde Mar del Plata, Mariana que cantó acompañada por su marido en el piano, y Diego, que anunció ‘un bolerito para mamá’. La conducción del gran show estuvo a cargo de Andrés Percivale quien, al mejor estilo americano, para anunciar a la artista se limitó a decir: “Señoras y señores: Lolita Torres”, considerando que cualquier otro comentario hubiese sido una mera obviedad. Cuando Lolita salió a escena, las aproximadamente seis mil personas presentes se pusieron de pie y sostuvieron el aplauso durante varios minutos antes de que la intérprete pudiera comenzar a cantar. Era el reconocimiento de su público a una trayectoria descollante y a una vida sin manchas. A partir de entonces las emociones se echaron a rodar en un ida y vuelta incesante, desde el escenario hasta la platea y viceversa. La cabalgata de canciones se abrió paso con una prolija selección de sus más grandes y recordados éxitos, para transitar luego su variado y actualizado repertorio. Su voz, impecable, se paseó por todos los estilos con la solidez acostumbrada. Unos días antes del festejo, Abel Santa Cruz se refería a las condiciones de Lolita: “No es una voz. Es una exageración”.
Lolita Torres era una mujer que, como siempre decía, y atestiguan todos aquellos que formaron su círculo más íntimo, sabía controlarse. Sabía dominar sus nervios y emociones, y este fue casi un axioma que su padre le enseñó a asimilar en los umbrales de su carrera, con el propósito de que pisara el escenario con absoluta firmeza. Por ello, prácticamente nunca se vio a Lolita quebrar en emociones ante una cámara de televisión. Sin embargo, el balance de estos cincuenta años de trayectoria artística no le permitieron respetar la antigua norma, y en los días previos al concierto y con la sensibilidad en estado de alerta, durante el transcurso del programa “Almorzando con Mirtha Legrand”, fue suficiente que nombrara a su madre para romper en llanto y sentirse impedida de continuar hablando. Del mismo modo, sucedió sobre el final del programa “Cordialmente”, conducido por Juan Carlos Marecco, luego de evocar las distintas etapas de su carrera y recibir la visita sorpresa de colegas y familiares. Ya sobre el escenario del Luna Park, al finalizar el show rodeada de todos sus invitados y familiares, interpretó la canción que era un verdadero testimonio de su vida: “A mi manera”, y fue en ese momento cuando, luego de más de tres horas de espectáculo, se permitió quebrantar su entereza y ceder. Las lágrimas le ganaron y, esta vez, no hizo ningún esfuerzo por contenerlas. Se permitió llorar, dijo ‘bueno, basta, ahora sí’. Y dejó que sus sentimientos fluyeran libremente.
Fue un evento de gran magnitud, engalanado por las prestigiosas personalidades que acompañaron a Lolita. “El cronista” del 21 de mayo sintetizó: “No resulta nada descabellado afirmar que esta cantante se encuentra en el principio de una nueva etapa donde el eje es su magnífica voz, capaz de pasar de un estilo musical a otro sin el menor inconveniente.” René Vargas Vera, para “La Nación” agregó: “El recital ha sido una muestra cabal de tan envidiable evolución estilística y estética. Toda una lección para cualquier cantante. Lolita Torres retribuye con la voz plena, más redonda que nunca, el regalo del cariño de la gente.” O, para el diario “Clarín”, Gabriel Senanes afirmando: “Tres horas de recital. Un maratón imposible para cualquier cantante. Y Lolita Torres como si nada. Tiene garganta, garbo, gracia, garra y no se cansa de afinar. Ella sola llena y desborda el escenario. Esta chica va a dar que hablar”. En aquella oportunidad, recibió una placa de reconocimiento de manos del Secretario de Cultura Osvaldo E. Devries, quien además le prometía un inminente nombramiento como Ciudadana Ilustre de la Ciudad de Buenos Aires.

Víctor Heredia evoca: “Lolita era un ser extraordinariamente humilde. El día que me recibió en su casa para ensayar lo que íbamos a cantar, me temblaban las piernas. Toda mi vida había admirado sus condiciones vocales y el enorme carisma que ella tenía. Mi madre me llevó a ver todas sus películas. Disfruté como nadie esa increíble velada en el Luna”. (Abril 2006)
Al momento de ser convocado Antonio Tarragó Ros para participar en este libro, el músico respondió en primer lugar con estos versos que la autora se permite transcribir:

Nora como me alegró
tu cariño por Lolita,
mujer fina, exquisita.
Tu recuerdo la arrimó.
Siempre la admiré yo
como persona y artista
y no me pierdas la pista
¡Te gusta Naturaleza!
y por tu delicadeza
mi lira está siempre lista.

Además, Antonio comenta la alegría que le invadió cuando lo invitaron a participar en el concierto de Lolita: “Me acuerdo que me llamó Lole Caccia y me preguntó si me gustaría participar y si tenía una canción para cantar con Lolita. Y yo, del entusiasmo que me dio, de pronto tuve como once. Fue una noche inolvidable. Y conocer a Lolita, un verdadero placer. Hicimos juntos una chamarrita entrerriana que por suerte también quedó registrada en la obra discográfica ‘Naturaleza’, en la que grabaron conmigo muchos artistas invitados”. (Septiembre 2004)
Jaime Torres, el famoso charanguista, guarda un cariñoso recuerdo de Lolita, y en particular, de aquel evento del Luna Park: “Una de las principales cosas para destacar fue su personalidad, y en esto creo que hay una total coincidencia con el público, profesionales, compañeros y directores. Para mí era una persona llana, que conocía de siempre, desde la época del cine, cuando ella era muy joven y tenía ese encanto tan especial. Luego, compartir el escenario, trabajar juntos, me permitió apreciar la gran ductilidad que poseía, esa capacidad impresionante que la mostraba como una profesional fuera de lo común y muy adentrada en el rol que le tocara desarrollar. Esas presentaciones personales, lo hacían a uno realmente feliz por sentirse copartícipe de jornadas inolvidables. Habían pasado algunos años desde que no hacíamos música juntos, cuando me llamaron para un homenaje a su persona en el Luna. Entonces pasó una de esas cosas que suelen pasar entre los músicos, cuando uno tiene las ganas y sabe que no debe faltar, pero las fechas y los tiempos no nos coinciden para algo tan importante como es ensayar. Y eso fue lo que me pasó con Lolita. Yo tenía un compromiso que me impedía elaborar un proyecto, una participación responsable, junto a ella y, precisamente, el instrumento que yo toco, el charango, no es de los más sencillos para improvisar. Era una preocupación grande porque no sabía cómo hacer. Los días pasaban y los dos veíamos que era muy difícil coincidir. Entonces, un día la llamé y le dije que yo no quería faltar en ese homenaje pero que no sabía cómo hacer, y ella por su lado se mostraba apenada. Ahí nomás empezamos a sugerirnos cosas. ‘¿Qué querés cantar? ¿Folklore? ¿A ver si te gusta esto?’, le pregunté. Y ahí nomás, por teléfono tocaba mi charango. ‘Si, está bien, esa la conozco’ me dijo. O sea que nuestro ensayo digamos que fue telefónico. Quedé en verla en los camarines antes de la presentación, pero mi vuelo llegó demorado y aparecí en el Luna sobre la hora de actuar. Me dieron la orden y tuve que salir a escena, así nomás. Entonces Lolita le decía al público ‘Con Jaime hemos preparado algo muy lindo’ Y yo agregaba ‘No fue fácil, hubo que prepararlo mucho, pero después de tanto ensayo logramos hacerlo bien.’ Y nos reíamos mucho los dos, porque ella además tenía una mirada y una sonrisa muy cómplice en la broma. La canción fue ‘Nostalgias Tucumanas’. A muy pocas cantantes he visto resolver situaciones, falencias sobre el escenario como lo hacía ella. Tenía esa cosa a flor de piel, que no todos tienen para poder salir de un problema y entrar en la improvisación. Cuando se olvidaba una letra, seguía cantando, inventaba con facilidad, era muy graciosa. Muchas veces, en el escenario, cuando uno se está gastando bromas y sobre todo cuando los intérpretes son varios, es lógico y normal que la otra persona se pierda, se distraiga, porque la verdad es que ese tipo de bromas no conducen por buen camino, pero ella siempre salía airosa.
En tiempo de giras nos divertíamos mucho, era un grupo fantástico en el que además de Lolita y su familia, estaba Ariel, Los Chalchaleros, y otros más. Lolita ha sido una grande y la verdad es que uno se queda corto hablando sobre ella, ha sido todo un clásico de una época de Argentina, de la canción española. Pero lo sorprendente para mí es lo que dije antes, porque yo la conocía de las películas, cantando español, pero no tenía idea de las cualidades y las bondades que poseía para todo lo demás. Una mujer que a mí me transmitió en esa magnitud, y con su registro, una dulzura y una calidez muy grandes. Dueña de una presencia sobre el escenario muy intensa. Lolita se dejaba todo ahí, en el escenario”. (Marzo 2007)

Unos días después, Lolita cumplió con un recital en el Teatro General San Martín, dentro del ciclo “Clásicos Populares” en homenaje a Astor Piazzola. Y no dejó de participar en la celebración de los cincuenta años de trayectoria musical de Ariel Ramírez, primero en el Teatro Colón y luego en el Luna Park.
También por entonces barajó la posibilidad de arrendar una sala de la Avenida de Mayo, con la idea no sólo de presentar sus propios espectáculos sino de producir otros. Pero el proyecto, aunque adelantado, no prosperó
Dentro del grupo de músicos que por entonces acompañaba a la artista en sus recitales, se contaba el guitarrista Raúl Luzzi. Y justamente de aquella etapa comparte hoy su recuerdo: “Había acompañado a Lolita en televisión, porque yo era músico estable de ese medio y, de esa experiencia, recuerdo especialmente sus actuaciones en “La botica de tango”, el programa de Bergara Leumann quien, por otra parte, adoraba a Lolita. Después, tuve la inmensa fortuna de ser parte del grupo musical que la acompañó en ese último tramo de trabajo, que era mucho. Lo que recuerdo mucho de ella es la cuestión familiar, su dedicación a la familia. Eso era notable. Ella siempre me decía que tenía reuniones familiares con frecuencia, a pesar de que cada uno de sus hijos tenía su historia. O sea, a pesar de las cosas de cada uno, Lolita hacía esfuerzos para lograr reunirlos a todos, inclusive al que estaba en Estados Unidos, y esto es una particularidad que recuerdo muchísimo. Ella sentía un amor verdadero y profundo por la familia, que compatibilizaba perfectamente con el trabajo, porque además era muy profesional, una persona que trabajaba intensamente antes de cada uno de sus conciertos, y lo hacía con absoluta seriedad. A veces los artistas son más inconstantes, ella en cambio era muy minuciosa, todo se manejaba con unos códigos muy especiales que no siempre los artistas manejan. Tenía mucha seriedad para trabajar e imponía respeto, pero así era el producto que se ofrecía. Esa forma de trabajar podía luego apreciarse sobre el escenario, en el resultado final, que era fantástico. Y otra cosa que recuerdo de Lolita es el afecto que nos brindaba a todos nosotros, sus músicos. Tenía una costumbre muy bonita que era que cuando terminábamos de trabajar, nos invitaba a cenar. Era como un rito, juntarnos todos a comer, con su marido, a veces los hijos, y todo eso lo guardo entre mis mejores recuerdos. Sentí por ella un gran cariño y mucho respeto. Creo que es la única intérprete del ambiente artístico a la cual yo no pude tutear nunca. Lamentablemente, tuvo que dejar su carrera en una época de mucho trabajo para ella. Nunca la escuché quejarse porque era muy reservada. A lo mejor, se moría de dolor pero se la aguantaba y subía al escenario igual. Sin embargo, recuerdo que Lole me había comentado que estaba bastante dolorida, y fue por eso que dejó de trabajar en un momento de gran continuidad laboral, cuando casi todos los fines de semana hacíamos gira por las provincias del interior, y con mucho éxito como todo lo que hacía, porque Lolita tenía una gran cantidad de público cautivo, un público que la quería fervientemente y la seguía. Generaba mucho cariño. Era una auténtica estrella. Una figura grandiosa”. (Septiembre 2007)

Los deseos de conmemorar sus bodas de oro con el arte no se habían aquietado. Así fue que continuó celebrando en Bahía Blanca, en La Plata y en Mar del Plata, para luego culminar el ciclo de festejos en el Teatro Liceo, de Capital, con nuevas figuras invitadas, como fueron Guillermo Guido, el primer fin de semana, Teresa Parodi, el segundo, y por último, sus hijos Marcelo, Mariana y Diego.
Para finales del año 1992, Lolita hizo un viaje relámpago a Estados Unidos con el propósito de grabar escenas para un programa que pronto la devolvería a la pantalla de televisión como actriz de comedia, su sueño más esperado, el que más le había costado concretar, ahora, por fin sería realidad. “La verdad es que llegué a pensar que mi capítulo en televisión estaba cerrado –confiaba Lolita- porque hace años que tengo en mente este proyecto y nunca se daba. Hace dos años lo presenté en Canal 13 y ni siquiera tuve respuesta. Ahora me llamó Alejandro Romay porque quiere hacerlo. Estoy muy contenta. Será una historia muy actual y muy ligada a la música.” Lolita se daba el gusto de reunir en el mismo programa a cuatro de sus hijos, exceptuando a Diego que había firmado contrato con Canal 13, donde hacía “La Banda del Golden Rocket”. El título del programa originó ciertas desavenencias antes de su salida al aire, debido a que autoridades del canal, y sus propios autores, pretendían llamarlo “Dale ma”, un título con notable similitud al exitoso “Grande pa”, que por Canal 11 protagonizaba Arturo Puig, del que también había sido autor Gius. Luego de la insistencia de la familia Torres en pleno, que se oponían a un título tan generador de rivalidades y comparaciones, se convino en “Dale má…Dale Loly”, el que pasado el primer capítulo se redujo al que sería su nombre definitivo: “Dale Loly”. El libro estuvo en manos de Gius y Oscar Tabernise y la dirección en las de Alberto Rinaldi, y en él se respetaron los nombres reales de los cuatro hijos de Lolita y, en general, sus caracteres y predilecciones. Su hija Angélica, decía por entonces: “Mamamos desde chicos la responsabilidad y la puntualidad. Y lo bueno de trabajar con ella es que tiene oficio y te lo transmite”.
“Dale Loly” contó los entretelones de la vida de una mujer, cantante exitosa, que decide cambiar el rumbo e intentar suerte como empresaria teatral. Es viuda, madre de cuatro hijos a los que intentará ubicar en el mundo del espectáculo, además de atender sus respectivas problemáticas. Volcada de lleno a su nuevo emprendimiento, contratará a un invitado diferente cada semana para su show de televisión. Esto último le permitirá cantar a dúo con importantes artistas en cada uno de sus capítulos, como por ejemplo Nati Mistral, Raphael, Julia Zenko, Celeste Carballo, Raúl Lavié, Mario Clavel entre otros, y recibir la visita de grandes actores como Osvaldo Miranda, Juan Carlos Thorry o Tita Merello, quien no asistía a ningún programa y sólo aceptó esta invitación por tratarse de Lolita. Nati Mistral comparte sus pensamientos sobre la artista: “Sí, en aquel programa cantamos juntas ‘La niña de la Ventera’ y fue una experiencia muy grata, porque ya sabemos todos qué pedazo de cantante era. Yo la había visto en el Avenida, en el Estrellas, y en varias actuaciones más. Era una artista estupenda, formidable. Compartimos muchos gratos momentos. Me acuerdo de una vez que fui a Buenos Aires, cuando Carlos Menem era el presidente de Argentina, y me invitó a visitarlo en la Casa de Gobierno, pero yo no quería ir sola. Entonces la llamé a Lolita y le pedí que me acompañara. Vinieron los dos, ella y su esposo. Se portaron muy bien conmigo y pasamos un rato agradable. Siempre que voy a Buenos Aires, y paso por la Avenida Santa Fe, donde vivía, y yo tantas veces estuve, no puedo dejar de recordarla”. (Febrero 2007)
Dentro del elenco, Santiago Bal encarnó a un empresario rival, Gabriel Goity al fiel y enamorado secretario y Marty Cósens, a un antiguo y recuperado amor. Otra integrante del elenco fue Nelly Panizza, quien evoca así aquella experiencia: “Era una compañera excelente, para nada egoísta. A veces, cuando hay una cabeza de grupo que canta, como era su caso, y encima es primera figura, generalmente sucede que no quieren que nadie más cante en su programa. Pero ella no era así, y no tuvo ningún inconveniente en que el autor me pusiera a cantar también a mí. Era muy generosa, y muy abierta. Solíamos reunirnos en su camarín y conversar sobre tantas cosas… las dos teníamos hijos, las dos veíamos la vida de forma muy parecida, de lucha y amor por la familia. Lolita se portó como los dioses conmigo. Era una persona segura, sabía quien era ella y entonces no tenía miedo de nada. Y nunca hizo sentir a nadie inferior a ella. Éramos compañeras de verdad. No hay mucha gente así en el ambiente. Yo empecé a trabajar a los catorce años, este año cumplí ochenta y tres, y sigo trabajando si me llaman. Encontré de todo en la vida, pero pocos así de honestos como ella. Nunca cambió su forma de ser a pesar de los éxitos. Y todos los que fuimos sus compañeros pensamos lo mismo. No soy yo la única. A Lolita la ha querido todo el mundo porque era muy querible. Yo no tengo más que palabras de agradecimiento para ella y el mejor de los recuerdos”. (Marzo 2007)
La propuesta televisiva tuvo buen comienzo ya que según las mediciones de audiencia fue, en un principio, uno de los programas más vistos a pesar de que la crítica no la acompañó. Pasados los primeros tres meses decayó en el gusto popular y su descenso en términos de rating fue notable, oscilando apenas entre cinco y seis puntos.
Dale Loly” comenzó despertando en su protagonista infinitas ilusiones y terminó, poco después, transformándose en una angustiante pesadilla.
En el mes de mayo Lolita viajó a los Estados Unidos para presentarse junto a Luis Landriscina y Facundo Ramírez, en el Radisson Mart Plaza Hotel, en Miami, Florida, con motivo de la celebración del aniversario de la Revolución de Mayo y con el auspicio del Consulado General de la República Argentina.
Lolita quería seguir trabajando, ponía todo su empeño en luchar, sacar adelante su programa y superar los contratiempos que se cruzaban en su labor en Canal 9. A su regreso de Estados Unidos, retomó las grabaciones de “Dale Loly” con voluntad de desafiar las contrariedades surgidas y remontar el vuelo. Sin embargo, tanto nervio contenido, tantas angustias soportadas, perjudicaron su estado de salud. El día 18 de junio, durante una grabación para su programa, sufrió una fuerte puntada en el pulmón que obligó a su inmediata internación en la Clínica del Sol, donde diagnosticaron una angina de pecho provocada por un alto grado de angustia y estrés. Fue también la ocasión en que, luego de varios estudios, detectaron que su columna vertebral estaba severamente dañada. Tres días más tarde fue dada de alta. Su programa en Canal 9 atravesaba la recta final que desembocó en el levantamiento del mismo, cuando aún faltaban dos emisiones para dar por finalizado el contrato. En el mes de julio, Lolita viajó a Estados Unidos para ver a Santiago, con el propósito de reponerse pero también, por sugerencia de su hijo, de realizar consultas sobre su estado de salud. A su regreso, y a unos dos meses desde la finalización de “Dale Loly”, la artista convocó a una conferencia de prensa explicando las causas que llevaron al levantamiento del programa y responsabilizando a Canal 9 de su crisis cardiaca, además de hacer pública una carta que había dirigido a Hugo Moser, por entonces director artístico del canal, más de un mes antes de ser víctima del estrés que derivó en su angina de pecho. En la misiva Lolita hacía hincapié en que: “El deterioro de la escenografía de mi programa es ya indisimulable con el agravante de la inseguridad que presenta su piso, con el cual he tropezado varias veces (…) La parte alta del decorado, en la última grabación tenía peligrosa estabilidad. Los excesivos arreglos florales, para suplir la carencia de objetos de arte, hace que la casa parezca preparada para un velorio y no una casa de familia de buen nivel y buen gusto. (….) Hago notar que he superado los sucesivos cambios de directores, corte de musicales con invitados míos, dejándome en posición desairada con los artistas por mí convocados; mi programa en cada emisión sufre la sustracción de minutos de talento neto y hasta la fecha nadie me ha dado una explicación, que merezco, por ser la profesional responsable que todos conocen. Aprovecho estas líneas para destacar la colaboración de todo el personal del piso y su director, Mario Marenco y su asistente, María Ofelia Carranza que me ayudaron a superar tantos malos momentos.” Para el diario Crónica, del 12 de agosto, Lolita explicaba: “No sólo no obtuve respuesta sino que a partir de la carta las relaciones se tensaron, me sacaron gente de la producción y prácticamente tenía que hacer todo yo”.
Tantas amarguras no apagaron su necesidad de volver a plantarse sobre un escenario y hacer lo que tan bien sabía: cantar. Por eso se produjo su regreso con un recital en el Teatro General San Martín, dentro del ciclo “Clásicos Populares”. El concierto tuvo para Lolita, y también para su público, todas las connotaciones de un verdadero feliz reencuentro, teniendo en cuenta el duro trance vivido por la cantante. Por la misma razón, eligió como apertura de su recital, el tema de “Hello Dolly”, que su grupo musical ejecutó con especial intensidad, como un saludo desde el que prometía no volver a marchar, en una clara alusión a su reciente problema de salud. “Loly les promete no irse más” concluía. Era el 17 de agosto, y durante el transcurso de aquella función se anunció la repetición del concierto para el siguiente mes.
Silvia Legrand, recuerda la última vez que vio a Lolita: “Un tiempo antes de que se enfermara tan mal, fui a su casa a tomar el té y la encontré preciosa, realmente muy bien. Nosotras fuimos amigas de la vida, aunque Lolita no fue de tener muchas amigas. Sin embargo, cuando nacían sus hijos, Lole me llamaba para avisarme porque entre nosotras había un afecto especial, de mujer a mujer. Era una amistad del alma. La recuerdo siempre, casi en forma permanente. Era una persona maravillosa, formó una familia divina, en una situación difícil, porque tenía un hijo de Burastero, luego los que tuvo con Lole, sin embargo fueron todos muy unidos, sin ningún problema porque, para ser gráfica, ella era como una gallinita con sus pollitos, una mujer muy familiera, muy buena persona. La recuerdo particularmente cuando cantaba “La hermanita perdida”, en ocasión de la guerra de Malvinas, hermanándonos a todos, me conmovía hasta las lágrimas. Aquello fue una demostración de su solidaridad pero por sobretodo de su talento. Resumiendo, sólo puedo decir una cosa: fue una mujer excepcional”.

A finales de agosto tuvo lugar “Toda Argentina en el Luna Park”, un ciclo de música que se prolongó durante varios días presentando un elenco rotativo. Dentro de ese marco, Antonio Tarragó Ros puso en escena su obra “Naturaleza”, cuyo objetivo fue el de colaborar en la preservación de flora y fauna en vías de extinción, como también de aquellos ritmos autóctonos que lentamente dejaban de recrearse. Entre sus invitados contó a Lolita, y juntos interpretaron una dulce chamarrita entrerriana dedicada al carpincho, incluida en el trabajo discográfico de Tarragó Ros, en el que también participó la cantante.
Lolita cumplió en el Teatro General San Martín con el recital anunciado en su actuación de agosto. Los mismos músicos la acompañaban, la misma canción de apertura y apenas unos pocos cambios en el repertorio. Era el 7 de septiembre de 1993. El último concierto de Lolita Torres. Pero aún nadie lo sabía.
Dos meses más tarde recibió el premio “Fundación Prossa ’93”, como “Ejemplo de Familia”, en el Centro Cultural San Martín.

Concluía el brillante itinerario iniciado un 8 de mayo de 1942, signado por sus triunfos como artista. La ruta se interrumpía abruptamente. Se abría otro sendero y por él, sus pasos emprenderían una lucha diaria, permanente y desigual en la que solo merced a su gran elevación espiritual podría soportar durante casi una década el devastador golpe de su enfermedad.


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