miércoles, 26 de mayo de 2010

CAPITULO XI


“Oigo la queja de un bandoneón,
dentro del pecho pide rienda el corazón.”
(16)

En el verano de 1983 dio comienzo una temporada en el Teatro Roxy, de Mar del Plata, cuyo elenco se conformaba por Lolita Torres, Los Chalchaleros, Ariel Ramírez, Zamba Quipildor, Los Zorzales y Jaime Torres. El espectáculo que reunía a estos fantásticos exponentes del cancionero popular se tituló “Argentina canta así”, y se ofrecían dos funciones diarias.
Un acontecimiento familiar, de gran magnitud dentro del ámbito privado de los Caccia, se produjo el 1º de marzo de ese mismo año: Angélica Teresa, la segunda hija, contrajo enlace con Alfredo Jozami, en la ciudad de Mar del Plata, lugar donde la pareja se instaló apenas regresada de su viaje de bodas. El evento tuvo doble carga emotiva para toda la familia debido a que Lolita, acompañada en órgano por su amigo Ariel Ramírez, cantó para su hija el Ave María, de Schubert.
Un mes después cumplió con una actuación en Merlo, nuevamente en el Teatro Municipal José de San Martín, sitio por el que tenía cierta predilección porque, a su decir, era una sala de primerísimo nivel que nada tenía que envidiar a los mejores teatros de Capital Federal. Luego de esto, en el mes de junio, una nueva experiencia se sumaba a su carrera profesional y se repetiría en varias ocasiones más: su participación en un recital exclusivamente de tango, en el Teatro Presidente Alvear, con auspicio de la Secretaría de Cultura y la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires. El espectáculo, a cargo de la Orquesta de Tango de Buenos Aires, y con directores de la talla de Osvaldo Requena y Osvaldo Berlinghieri, formaba parte de los ciclos concebidos con entrada libre y gratuita, que concitaban enorme cantidad de espectadores.
Se sucederían recitales en el Teatro de las Provincias Argentinas y en el Centro de Galicia, en ocasión del mes aniversario del Centro y de la celebración de Santiago Apóstol. En Septiembre se repetía su presentación en el Teatro Presidente Alvear, con la Orquesta de Tango de Buenos Aires, con un lleno completo y gran cantidad de público sin poder ingresar a la sala. Un percance, acontecido antes de comenzar el espectáculo y con la gente ya ubicada en la platea, intentó empañar aquella actuación debido a que un corte de luz producido en todo el teatro estuvo a punto de imposibilitar el recital. El público se quedó en sus butacas, esperando el regreso de la electricidad para que empezara el concierto o, en su defecto, que se proporcionara luz artificial para salir ordenadamente del lugar. Oscar del Priore, el presentador, pronto anunció que un generoso vecino había pasado un cable desde su casa para que, al menos, se pudiera encender una bombita de luz en el escenario. El público aplaudió la actitud. Del Priore salió del escenario y, tras unos minutos, regresó para entonces anunciar que: “La Sra. Lolita Torres, en una actitud que la enaltece, dice que si ustedes están de acuerdo, ella puede hacer el recital con esta media luz y sin micrófono”. El público, enfervorizado, gritaba un `sí´, mezclado con atronadores aplausos. Cantante y músicos echaron a rodar el show de tango que, por las extrañas características en las que se desarrolló, adquirió connotaciones de mayor sensibilidad. En esa presentación se produjo el estreno de “Mensajera del camino”, una composición perteneciente al músico Osvaldo Berlinghieri y, además, por sugerencia del director Osvaldo Requena, Lolita recuperó una página musical prácticamente olvidada. Se trataba de “Tiernamente”, con letra de Mario Batistella y música de Agustín Bardi. Cuando la cantante anunció esta interpretación, el maestro Requena agregó: “Esta página dejó de hacerse porque es muy difícil, no puede cantarla cualquiera, pero Lolita sí puede hacerlo”. Al respecto de aquella función y de sus trabajos junto a esta artista, Osvaldo Requena evoca: “Guardo un gran cariño para quien fue una hermosa persona. Nos conocimos en el viejo Canal 11 de Buenos Aires, donde yo hacía las veces de ‘director musical’ de una de las mejores orquestas privadas que tuvo el país. Como fui condiscípulo de Waldo de Los Ríos, con quien me unía una gran amistad desde la época del Conservatorio Nacional (tal es así que cuando dio sus conciertos en el Luna Park, yo le ensayé la orquesta en los estudios de Radio El Mundo y también hice las veces de pianista en la película "Boquitas Pintadas"), le cedió sus arreglos de varias grabaciones de música española a Lolita, recomendándole que yo la dirigiera. Comenzamos a trabajar juntos y ha sido para mí una de las satisfacciones mas grandes de mi carrera, desde aquel momento de los tres programas de música española que realizamos en el canal, incluyendo la grabación de la música efectuada en los estudios de RCA, hicimos juntos un sinfín de presentaciones, ya con la Orquesta de Tango de Buenos Aires, en el Teatro Alvear, o una serie de conciertos en los Teatros Coliseo y Nacional Cervantes. También la acompañé en el Avenida. Fueron grandes momentos de mi carrera ya que tenía el desafío de acompañar y hacer los arreglos para esta intérprete, que era lo más difícil. Fui yo quien le pidió que hiciera el tango “Tiernamente”, que muy poco fue cantado, y cuando llevé el arreglo musical para ensayarlo en su casa de la avenida Santa Fe, recuerdo que me dijo `En qué lío me metés Osvaldo. Esto es para una cantante joven´. Y yo le contesté `Precisamente por eso mismo es que quiero escucharlo por vos´. Me pellizcó el brazo suavemente por el elogio, y fue por esa razón que tuve aquellas palabras en el escenario. En esos tiempos, sus hijos eran chicos y cuando ensayábamos buscando las tonalidades apropiadas para la tesitura de su voz, corrían como todos `los locos bajitos´ alrededor del piano, sin embargo nunca la oí levantar la voz a sus niños. Como profesional, y dado a que he grabado y acompañado a un sinfín de cantantes (Hugo del Carril, Floreal Ruiz, Alberto Marino, Alfredo Zitarroza, Ginamaría Hidalgo, y tantos más) he llegado a la conclusión de que Lolita fue mi preferida. De este modo, he tenido el honor de poder expresar mi sentimiento para tan grande intérprete.” (Diciembre 2006)

Más actuaciones se sumaban una tras otra. Una de ellas, en el Auditórium Nuestras Hermanas de la Misericordia, en Belgrano. Otra, junto a Ariel Ramírez, para el ciclo “Argentinísima”, en el Teatro Lola Membrives, recital del que se realizaron dos funciones. Eduardo Rudy tenía a su cargo la apertura de este ciclo y Julio Márbiz su presentación. Dos meses más tarde, y superado el conflicto suscitado el año anterior, volvió al escenario de “Castello Vecchio”, con un espectáculo donde, además de Lolita, se destacaban Osvaldo Pugliese y su orquesta, Jaime Torres y Hugo Marcel.
Para televisión, el medio que tanto le retaceaba un espacio propio, hizo dos actuaciones en “La Botica de Tango”, y una intervención en “Argentinísima”, el programa de Julio Márbiz, junto a Ariel Ramírez.
En 1984, su actividad comenzó también con una presentación en el ciclo “Argentinísima”, pero esta vez fue un recital, transmitido en vivo y con público, en el que estrenó la pieza musical “Serenata para mi orgullo”, de Jorge Arrojas y Víctor Buchino. Dos días después, en “La Botica de Tango”, cantó el “Ave María”, acompañada al piano por Ariel Ramírez, con motivo de la Semana Santa.
Fue entonces cuando se produjo su retorno al teatro con el sainete “Tu cuna fue un conventillo”, en el escenario del Teatro Presidente Alvear, dirigido por Rodolfo Graziano, quien le brindó la oportunidad de regresar como actriz, incorporando a la pieza un “fin de fiesta” a cargo de la artista. En la ocasión hacía su debut Mariana Torres, hija de Lolita, constituyendo esto último un doble motivo de orgullo y alegría para la madre que confesaba al periodista Ronaldo Tapia: “Viví su debut con una gran emoción, porque al verla a ella esa noche sobre el escenario, no pude evitar recordar mi propio debut, mis comienzos... Es muy difícil expresar con palabras lo que una siente”. La obra, de autoría de Alberto Vacarezza, había sido estrenada el 21 de mayo de 1920 en el Teatro Nacional, por la compañía Luis Arata-Leopoldo Simari-José Franco. El programa de entonces daba cuenta de que el personaje de Rosita era interpretado por la “señorita Franco”, que no era otra que la actriz Eva Franco, quien sesenta y cuatro años después, en la reposición puesta en escena por Rodolfo Graziano, formó parte del elenco encarnando el personaje de Doña Prudencia. En todas las funciones del sainete se dedicó un homenaje a esta gran actriz, con la voz de Luis Medina Castro, contándole al público esa circunstancia, antes de que se abriera el telón. En el conventillo en cuestión podía verse claramente la caracterización de los personajes clave que habitaban en él: el matrimonio de gallegos, el judío, la viejita solterona, el padre pendiente de su hija, los “guapos” con sus respectivas “prendas”, el rufián, además del encargado italiano, sobre quien recaían las frases más ingeniosas y divertidas de la obra. Por último, en la nueva adaptación de esta pieza, aparecía una mujer andaluza y su hija, inmigrantes, en busca de una prima que supuestamente vivía en el conventillo. Estos eran los personajes de Lolita y Mariana, y aquella participación de ambas, constituía un verdadero “fin de fiesta”, en el que juntas interpretaban un tanguillo: “Con el sombrero en la mano”. Lolita por su parte hacía primero una morriña y luego un ritmo típico de Madrid, “De riguroso Chotis”, que Tincho Zabala bailaba a su lado logrando uno de los momentos más festejados por el público. Por último, Lolita, Raúl Lavié y Luis Medina Castro, coincidían en una milonga. El diario La Nación opinaba: “(…..)Se dieron cita aquí, varios eficaces elementos que se conjugaron de manera impecable. En primer lugar la inteligente y creativa dirección de Rodolfo Graziano, que como lo hiciera con el anterior sainete `El conventillo de la Paloma´, logra una puesta respetuosa, pero sin solemnidad, vivaz, nostálgica y por sobre todo de gran espectáculo. Y eso se tradujo en el espontáneo y prolongado aplauso del público fervoroso, ante las actuaciones de los intérpretes. (…..) Más tarde hace su aparición Lolita Torres y el conventillo es una fiesta. Ella, la andaluza que llega de visita, canta con la gracia que la caracteriza un chotis y una morriña, y en un final de campanillas con Lavié y Medina Castro entonan `Silueta Porteña´ y el teatro se vino abajo con una ovación por cierto justificada. Una auténtica comedia musical porteña llamada a erigirse sin duda en otro suceso.”
De aquel importantísimo elenco, es Marta Albanese quien comparte sus vivencias y disfruta recordando: ”Tuve mucho que ver cuando se le entregó el Premio Podestá a Lolita, porque yo era dirigente y la propuse a ella para darle ese premio que es precioso y tiene mucho valor. Debo decir que el recuerdo es maravilloso porque no solamente trabajamos en `Tu cuna fue un conventillo´ en el Presidente Alvear, sino que también compartimos la gira que realizamos y que fue fantástica. En Mar del Plata pude convivir con su familia, con Lole y, sobretodo, con Marianita que trabajaba con nosotras y era una delicia. Lolita fue para mí, y para todo el elenco, un elemento muy aglutinador. Yo siempre digo que `Tu cuna fue un conventillo´ fue un éxito estupendo, que congregó a grandes figuras. En alguna oportunidad se enfermaba algún actor o actriz y nunca ocurría que alguien del público devolviera las entradas porque había faltado ese actor o actriz, por mucho nombre que tuviera. Sin embargo, la gente únicamente se enojaba si, quizás por hallarse enferma, era Lolita la que no estaba. Fueron las únicas veces que hubo que devolver las entradas: cuando ella no estaba. Eso es bárbaro, es fantástico. Es que aquel final era impresionante. Ella era aglutinante porque además era muy divertida. Y excelente compañera. No solamente con el elenco sino también con las modistas, con el personal técnico del teatro que la amaban entrañablemente porque dentro del Presidente Alvear, que es un teatro oficial, con un personal técnico estupendo, Lolita era una amiga más, y eso es bárbaro. Tenía esas cosas de los grandes. Yo lo viví eso, muchos años antes, cuando trabajé con una actriz española, María Casares, que hizo `Yerma´, y también dejó un recuerdo inolvidable en el Margarita Xirgu. Las grandes de verdad son figuras humildes y estupendas. Además nosotras compartíamos mucho las comidas, que eran muy divertidas, porque todos sabemos que en Argentina la ceremonia de la comida es fantástica, así que íbamos a comer, con Lole, con los chicos, y Lolita tenía esas cosas maravillosas, divinas, como ir a un bodegón y ponerse a cantar, como postre y como regalo. Eso generaba un clima bárbaro. Además estaba Eva Franco, otra grande, Tincho Zabala, el negro Lavié, Beba Bidart…Aquello fue una fiesta teatral. La `Filomena´ que yo hacía era muy graciosa. La verdad es que lo disfruté mucho”. (Marzo 2007)

Para entonces, su hija Angélica le hacía uno de los regalos más preciados: el 24 de mayo Lolita se convertía en abuela por primera vez, razón por la que se ausentó de sus obligaciones laborales por pocos días y viajó a Mar del Plata para conocer a su nieto Pedro. El casamiento de Angélica significó un cambio importante en la relación madre e hija, que la misma Angélica explica: “A medida que fui creciendo y atravesé las distintas etapas de la adolescencia, algunas dificultades se acentuaron. El tema del machismo estaba instalado en casa como en tantas otras familias argentinas. Papá no me dejaba salir. Para colmo yo era la primera hija mujer y entonces fui la que mas sufrí. Mariana vivió otra realidad porque los agarró más cansados a los dos. El problema más grande era que mamá apañaba mucho las medidas del viejo, entonces no me dejaba ir a bailar porque, por ejemplo, había traído una mala nota o por cualquier otra pavada. Papá me castigaba y mamá apañaba. Entonces, obviamente, había mucha contra. Yo no estaba de acuerdo con lo que me hacia la vieja. Tengo fuertes críticas contra esa concepción machista. Después, cuando me casé, las cosas comenzaron a cambiar. Cuando me puse de novia con Alfredo se generó una situación muy compleja de manejar y también de soportar. Yo era muy chica y él bastante más grande o sea que, visto desde ese lugar, la diferencia les pareció abismal y muy en gracia no les cayó. No me dejaban salir y eso, para mí, era el peor castigo. Papá tomaba la medida, pero mamá lo apañaba, entonces era lo mismo. Fue una etapa muy brava de atravesar. Después, con el correr del tiempo, Alfredo fue conquistando su espacio en casa, y al día de hoy es uno más en la familia. Aunque llevamos años separados como pareja, él es uno más entre nosotros, como un hermano. Al final, el tiempo acomoda las cosas. Lo del principio fue difícil especialmente por la diferencia de edad, estábamos en distintas etapas, él terminando su carrera universitaria y yo recién el secundario. Además había disidencias políticas, o sociopolíticas, que dificultaban aún más el curso favorable de la relación con mi familia. Pero después todo se superó porque Alfredo, básicamente, es muy buena persona y entonces surgió el cariño mutuamente. Mamá lo adoraba y papá también. Más adelante, la separación significó un gran golpe para mi viejos, no les gusto nada, pero me apoyaron, lo entendieron. A papá es al que más le cuestan esas cosas porque es un tano muy de la pasta de los domingos y de la `familia unita´, entonces me costó mucho hacerle entender un montón de cosas que me pasaban y sentía. Esencialmente yo creo que mi separación tuvo que ver con que Alfredo y yo nos casamos muy jóvenes, con ganas de vivir muchas cosas, y pronto nos encontramos con responsabilidades que nos sobrepasaron a los dos. Por otra parte, yo veía que crecía en lo mío. Casi accidentalmente se me fueron dando oportunidades tanto en el baile como en la actuación, y en Mar del Plata me sentía limitada. Entonces me quise volver porque, como dice el dicho popular, Dios está en todos lados pero atiende en Buenos Aires. Además ya habíamos decidido no continuar nuestro matrimonio, ya no había nada que me atara a Mar del Plata, salvo mis hijos, así que me los traje y arranqué de nuevo. Después de casarme, nos hicimos muy amigas con mamá , muy confidentes, porque ella comenzó a abrirse de otra manera, su comunicación conmigo cambió totalmente. Para entonces, ya hablábamos de mujer a mujer. Me aconsejaba mucho. Lo que sucedió también fue que yo, en la adolescencia, seguía siendo muy rebelde y sólo cuando me casé me calmé, porque al verme con tantas responsabilidades encima comencé a comprender cosas que antes no veía. Ahí empecé a `bajar un cambio´ como dicen ahora los chicos y me acerqué más a ella. Terminamos siendo muy amigas. Por eso, lo que más me apenaba de su muerte era eso de `pucha, cómo la voy a extrañar´, porque en el mejor momento de nuestra relación mamá se me empezó a ir. Comenzaba su enfermedad. Entonces me vi obligada a ocultar o suavizar muchísimas cosas porque no era bueno que llegaran a ella, no era bueno preocuparla. Eran muchas las cosas que ya no podía compartir o hablar con mamá para que me sugiriera o aconsejara porque no era conveniente angustiarla. Lamentablemente, tuve que renunciar a esas cosas por causa de su enfermedad, pero fue mi gran amiga. Mejor dicho, es. Yo siempre digo `es´, así, en presente. `Es´, porque la siento en mi corazón y sigo conectada con ella”.

El compromiso contraído para emprender una nueva gira artística por Rusia, le obligó a concluir con sus actuaciones en el Presidente Alvear, en tanto el sainete, que era un éxito de público, continuaba en cartel. El 20 de agosto de 1984 Lolita emprendió el viaje previsto y regresó a Argentina, treinta cinco días después, el 24 de septiembre. En ese lapso realizó una serie de treinta y un recitales, que comenzaron en Moscú y continuaron en Leningrado, Tallin, Simferopol, Kiev y Odesa, concluyendo nuevamente en Moscú. En este viaje, la acompañaron Marcelo Julio, su hijo, y el guitarrista Ricardo Domínguez, con quien Lolita trabajaba desde hacía algunos años, y a quien luego se le sumó un grupo de músicos soviéticos. Llegar a Rusia, aportaba a Lolita una gratificación espiritual tal vez muy superior a otras. Algo de aquella magia, según explican los propios rusos, se producía porque ellos “no la tenían”, y debían esperar la oportunidad de una gira. Cuando esto sucedía, todo les resultaba poco para agasajarla y expresarle sus sentimientos. La artista recibía aquellas muestras de amor y su sensibilidad se agudizaba, por eso la corriente de afecto y respeto entre las partes era mutua. “En cada viaje que efectúo a la Unión Soviética me pregunto si gustarán las canciones que traigo. Pensar un repertorio para un público que no entiende lo que digo no es fácil, pero la otra pregunta que me hago es si realmente el público soviético me va a querer como me ha querido durante treinta años, que no es poco tiempo. Cuando llego y debuto, me encuentro con la misma emoción, con el mismo cariño, con el mismo aplauso, gente que sube al escenario con flores, regalos… Una cosa es contarlo y otra es vivirlo”.

La obra de Vacarezza había sido un éxito importante en Capital Federal y esa fue la razón determinante para llevar el sainete a la costa argentina, por otra parte su director, Rodolfo Graziano, había presentado en anteriores temporadas veraniegas las piezas “Martín Fierro”, “El conventillo de la paloma” y “Así es la vida” con probado éxito, por lo que le tentó la idea de repetir la experiencia. Ahora le tocaba el turno a “Tu cuna fue un conventillo”. Así fue que el 2 de enero del siguiente año, se produjo el debut en el Teatro Auditórium de Mar del Plata, concluyendo sus funciones el día 3 de marzo. Para concretar esta propuesta, y aunque contaban con apoyo oficial, el elenco se constituyó en cooperativa. Dos cambios se producían en el elenco: Amparito Castro entró en lugar de Nelly Fontán y Coni Vera en el de Laura Bove. Con esta pieza teatral recorrerían luego algunos barrios del Gran Buenos Aires y otros puntos del país. El primero de ellos fue en el Teatro Electra, de Vicente López, donde hicieron seis funciones durante el mes de marzo, en las que Perla Santalla reemplazó a Beba Bidart y Malvina Pastorino a Eva Franco.

Algunas situaciones, incómodas para la familia Caccia, se desataban en aquel entonces. Ciertos comentarios periodísticos daban cuenta sobre una relación sentimental entre Santiago, el hijo mayor de Lolita, e Isabel Pisano, actriz y escritora, de nacionalidad uruguaya, viuda de Waldo de los Ríos, quien se había quitado la vida unos ocho años atrás. La noticia se echó a correr a partir de un reportaje que Isabel concedió a la revista española “Hola”, en la que declaraba: “El hombre que me ha devuelto la ilusión por el amor se llama Santiago y es médico. Actualmente está trabajando en un hospital, en Argentina, ya que él es de allí y en breve vendrá a Europa para reunirse conmigo y organizar juntos nuestro futuro… Aún no tenemos una fecha fija para celebrar la boda, pero sí, habrá boda en su momento”. Todo ello causó un revuelo familiar que Lolita resolvía ante la prensa con sus acostumbrados modos serenos y amables, sin perder la compostura, e intentado desviar todo tipo de atención sobre el asunto: “Yo no estoy enterada –decía- es una confusión muy grande. Ellos se conocen desde hace muchos años, cuando Santiago era un niño. No ha pasado jamás de ser una amistad”. Pero esto no era todo. Un nuevo dolor llegaría a resultarle insoportable y, aunque se acostumbraría a él, no lograría superarlo ni siquiera con el paso del tiempo: su hijo mayor, recién recibido de médico, resuelve ampliar su horizonte radicándose en el extranjero. Completamente desarmada ante la partida de Santiago, acostumbrada a desplegar sus alas y encontrar bajo ellas a todos sus hijos, se sumió en un estado de tristeza que buscaría disimular para alentar al hijo en su proyecto, pero del que le costaría mucho esfuerzo recuperarse. Santiago relata aquellas experiencias que marcaron un antes y un después en su vida: “Yo me perdí muchos viajes de mamá por el secundario y la universidad. Mientras mis hermanos la acompañaban a Rusia o a Europa, yo estaba obligado a quedarme. Estuve seis o siete años clavado, sin poder salir del país. Conocía España, Francia e Inglaterra porque siendo chico me habían tocado algunos viajes, pero nunca Rusia. Así que siempre tuve la idea de que al día siguiente de obtener el título de médico me iría, fue algo programado desde el primer día de mi carrera. En el último año de estudios, apareció una mujer en mi vida, mayor que yo, que había sido mujer de Waldo de los Ríos, con la que tuvimos un romance que duró un año. Era muy culta, muy preparada, incluso había conocido a Carl Sagan y le encantaba. A mí también me gustaba lo de Carl Sagan. Nos entendíamos, me dio vuelta la cabeza y comenzamos un idilio. Cuando se enteró mamá se agarraba la cabeza, porque hasta la llamó Martha de los Ríos, la madre de Waldo, diciéndole que tenía una revista “Hola” en las manos, donde se hablaba de nuestro romance y estaba escandalizada. Mamá me preguntaba y yo le decía que no pasaba nada, que no eran más que cartas. Cartas que en un principio fueron filosofía barata y zapatos de goma, y cosmos y psicología, hasta que Isabel, que era una mujer de armas tomar, me mandó un telegrama que decía `Santiago te adoro, te espero y nos casamos en Navidad´, o algo similar. Como nunca llegaban telegramas que no fueran para mis padres, mamá lo abrió y cuando leyó el texto casi se desmaya. Yo le decía que no se asustara, que era una relación platónica, y ella me pedía que me cuidara y que pensara bien lo que iba a hacer, pero nunca me dijo que no me vaya. Siempre respetó mi decisión. Estuve más o menos un año en Europa y después me fui a New York. Allí descubrí la medicina del deporte y una universidad que me deslumbró: la Columbia University. Descubrí que en ella había estudiado Federico García Lorca, el poeta por excelencia para mi madre. También compartíamos la pasión por el cosmos, el universo, las estrellas, la astronomía. Guardo maravillosos recuerdos relacionados con mamá en New York porque vino a visitarme varias veces y entonces yo la tenía para mí solo. Se quedaba dos o tres meses y compartíamos momentos fantásticos. Íbamos al cine, al teatro, salíamos a caminar. Allí mamá se sentía muy relajada porque no tenía la presión de que la reconocieran y pararan a cada instante. New York se relaciona a las grandes charlas porque yo la escuchaba mucho a la vieja desde chico, porque ella era una persona que tenía una gran sabiduría sobre la vida, se instruía, leía mucho, profundizaba, y también porque era muy creyente, tenia un espíritu muy elevado. Además tenía un don que consistía en explicar de una forma muy sencilla algo complejo de entender. Por todo eso, siempre la escuchaba. Aquel viaje, aquel despegue de mi casa paterna, fue un corte del cordón umbilical, que marcó en mi vida etapas muy concretas: una fue hasta ese viaje, luego once años que permanecí afuera y estos últimos diez que llevo de nuevo en Argentina”.
Apenas un mes más tarde de la partida de Santiago, fue Marcelo quien abandonó el hogar familiar y viajó a España, buscando nuevas experiencias para su espíritu bohemio y aventurero. El hueco que ambos dejaron en la casa era un pozo de angustia para Lolita, que a partir de estas vivencias incorporó a su repertorio “La canción de las simples cosas”. La casa, ya sin Angélica, Santiago ni Marcelo, comenzaba a quedar un poco grande.
En el plano laboral, Lolita hizo un recital en el ciclo Argentinísima, que salió al aire a finales de abril por Canal 11, y que en un principio se pensó para ser grabado con público en el estudio, para lo cual se convocó al mismo durante los días previos al de grabación. Mucha fue la gente que formó fila en las puertas del canal aguardando el momento de entrar y presenciar la actuación de la cantante. Momento que en realidad nunca llegaría. En el interior, en el mismo estudio donde debía realizarse el recital de Lolita, se estaba grabando un programa de Gerardo Sofovich, y fue tal la demora que se produjo, y tantas las horas transcurridas, que el público comenzó a abandonar sus lugares, notablemente indignado por lo que consideraron una falta de respeto por parte del canal. La grabación del recital de Lolita dio comienzo con algo más de tres horas de atraso y, finalmente, sin presencia de público en el estudio.
Durante un mes aproximadamente realizó una serie de recitales en el Teatro Presidente Alvear, cuyo estreno previsto para el 2 de agosto, debió posponerse para el día siguiente a causa de una huelga efectuada por el personal municipal. A la hora de adelantar el esquema y las motivaciones de este trabajo, en una nota del diario La Nación del 1º de agosto de 1985, explicaba: “Se ha buscado que el show tenga un clima especial creado por la luz y el sonido. Cada canción tendrá un juego lumínico propio. Habrá música folklórica y tango, temas populares españoles y canciones muy actuales también. Quiero que la gente viaje conmigo a través de la música, sin interrupciones, con alegría. (…) la Lolita española no podía seguir siempre con lo mismo. De pronto sentí la necesidad de otra cosa, de emprender una búsqueda; entonces abrí mi repertorio a algo más amplio. Si hoy hiciera solamente música española me sentiría muy limitada. Además, por haber conocido otros paisajes, me siento muy enriquecida. Admiro a Barbra Streisand, Mercedes Sosa, Raúl Lavié. Más que nada ellos transmiten sentimientos.” Fueron conciertos a su medida, armados en la intimidad de su hogar, con gran esmero por conformar a su público. En las exigencias de cada una de las piezas elegidas, Lolita ponía de manifiesto sus indiscutibles cualidades vocales y la permanente evolución en la que se había involucrado desde hacía años. Leo Vanés definió aquella presentación del Alvear como “Majestuosa”. Ernesto Schoó, para el diario La Razón del 12 de agosto, titulaba “Un recital donde las rosas brotan por doquier” para luego ahondar diciendo: “Lolita alcanza con inteligencia el raro equilibrio entre el recital popular y el concierto de cámara. Será justo compararla con una Elisabeth Schwarzkopf. Pues el hecho de que Lolita aborde un cancionero de repercusión masiva, no debe oscurecer, como en un juicio convencional, la calidad con que lo interpreta”. O el caso del crítico Beto González que en su crónica para el diario Tiempo Argentino, del 22 de agosto, confesaba que Lolita no había figurado en su lista de preferidos cuando elegía un espectáculo al que acudir. Hasta ese día. Y que tan emocionado estaba con el recital que para enmendar “la falta” se apersonó en el camarín de la artista para decirle “Vengo a reclamarle cuatro lágrimas que perdí”.
A pesar de los reconocimientos que siempre vertía para ella la prensa especializada, y del permanente apoyo y cariño de la gente, Lolita tenía espacios artísticos que no terminaba de colmar. Sentía que el cine tenía una deuda pendiente con ella. Lo mismo que el disco. Y aunque la televisión siempre le brindaba espacios donde mostrar sus conciertos, la realidad era que los sueños que quería materializar en ese medio, como por ejemplo comedias musicales cuyos títulos barajó y presentó a los directivos, terminaban enfrentándose a sólidos muros y cordiales negativas, generalmente por razones de presupuesto. “Igual no pierdo las esperanzas…” solía rematar.
En el resto del año cumplió con un recital en el Hogar Familiar Andaluz, e hizo algunas apariciones en televisión para “Cordialmente”, con conducción de Juan Carlos Mareco, y otras para la “Botica de tango”, presentado por Eduardo Bergara Leumann.
Como broche de oro para el año 1985, el día 3 de diciembre, su hija Angélica dio a luz a Laura, quien de esa manera la convertía en abuela por segunda vez.
A comienzos del siguiente año, viaja a Miami, donde realiza un recital, y luego se traslada a Nueva York, para visitar a su hijo Santiago y aprovechar la oportunidad para ver juntos varias comedias musicales. Luego siguió su recorrido hacia Madrid, para visitar a Marcelo, su otro hijo, en una segunda etapa de su `itinerario maternal´. Allí, no perdió la ocasión de saludar a sus amigos Lola Flores, Nati Mistral, Imperio Argentina y Darío Castell. Fue éste último quien la invitó a grabar una canción para su programa de televisión “Punto de Encuentro”, anteriormente llamado “Trescientos Millones”. El tema sugerido por Castell, y aceptado por Lolita, fue “Alfonsina y el Mar”, que se grabó en Málaga, con imágenes de sus paisajes como fondo. Antes de regresar a Buenos Aires volvió a Nueva York, a pasar un mes más en compañía de Santiago. En esa estancia en Estados Unidos, dos canciones la impactaron hondamente y resolvió incorporarlas a su repertorio: “Memory”, leitmotiv de la comedia musical “Cats”, y “Si tú eres mi hombre y yo tu mujer”. Lolita había vencido definitivamente la barrera que a veces sostenía su público más conservador e incluía en su cancionero temas de autores actuales, con diversa temática, y una muestra más de ello fue “Fragilidad”, la canción de Sting. Lolita había comenzado su camino siendo una niña, entre castañuelas, abanicos y taconeos, pero supo disparar su talento innato, su capacidad para interpretar los más disímiles géneros musicales, hacia un territorio mucho más amplio y completo, constituyéndose en una de las pocas, sino la única, cantante argentina capaz de un repertorio tan ecléctico. Estos eran puntos que ningún crítico sometía a discusión.
Un nuevo espectáculo llamado “Reencuentro” se montó sobre el escenario del Teatro Presidente Alvear. Su estreno fue el día 4 de julio y en él Lolita proclamaba: “Para que juntos podamos reencontrarnos con la emoción y el deleite de antiguas melodías y el fervor vivencial de las canciones del presente”. Esa misma mañana, el padre de Lolita, Pedro Torres, debió ser internado en un sanatorio de la capital en grave estado de salud. Lo imprevisto de la situación hizo que la cantante decidiera no suspender el estreno de su espectáculo, por lo que el desenlace de aquella situación se produjo en momentos en que Lolita promediaba su recital: Pedro Torres, fallecía a los ochenta y cuatro años de edad, a consecuencia de un síncope cardíaco que sobrevino luego de una embolia cerebral. La familia decidió no informar a Lolita de la triste noticia hasta después de que bajara el telón de su show. En ese recital, Diego cantaba junto a su madre la canción “Memory”, pero antes de hacerlo, el joven conoció la noticia del fallecimiento de su abuelo, algo que lo golpeaba fuerte pero que, en el escenario, tomado de la mano de su madre, se esforzó en disimular. Lolita contaría después: “Por su mejor inglés habíamos quedado en que cantara la primera parte del tema ‘Memory’, que luego yo terminaría en castellano. Al salir a escena, le tomé la mano y la sentí muy fría. Pensé que era por los nervios. Pero no: él ya sabía que su abuelo había muerto y yo no. Fue el debut de Diego. (….) Creo que mi padre quiso morir mientras yo cantaba. A las diez de la noche, cuando salí al escenario, él moría.”
Beto González, para el diario Tiempo Argentino, expresó sobre aquel recital: “Lolita cubrió el espectáculo con lo que habitualmente la califica: sobriedad, austeridad de gestos y la vida en cada canción”. O la opinión de Napoleón Cabrera, para el diario Clarín, “Es un prodigio, y está aquí (….) Lolita es, como cantante, tan hispana como argentina. La doble corriente transita por ella sin estorbarse”. Este crítico, hizo hincapié en otro detalle de la conducta escénica de la artista: “Aclaremos que mientras debutaba en el Alvear, su padre agonizaba y ella lo sabía, como que murió casi con sus últimas notas. Pero no lo mencionó porque no había que forzar al público a nada. Eso es mucho más que profesión: es respeto y salud.” Suspendida la siguiente función por duelo, y desatados en el transcurso de la semana conflictos de índole gremial, se produjo la suspensión definitiva del espectáculo, permaneciendo en cartel solamente un día.

El tango, con su especial manera de cantarlo y sentirlo, fue una vez más su vía de expresión por lo que, en lo que restó del año, hizo dos presentaciones en el Teatro Nacional Cervantes, con auspicio de la Secretaría de Cultura de la Nación, y acompañada por la Orquesta de Juan de Dios Filiberto que dirigía el músico Osvaldo Requena. Una de ellas en agosto y la otra en octubre. Fueron espectáculos divididos en dos partes. En la primera actuaba sólo la orquesta y en la segunda cantaba Lolita. Un público profundamente conmovido por la presencia de la cantante en el escenario, la ovacionó tras cada una de sus interpretaciones. Leonardo Coire manifestó para el diario Clarín: “Lolita Torres cantó como siempre. La voz erguida, el manejo de tonos justos, entonando estupendamente y tratando a su repertorio popular argentino con evidente afecto”. Desde la platea, el público hacía oír su voz entre canción y canción: “Lolita, queremos verte más seguido”. Ella, sonriente y conmovida, contestaba: “Yo también”, y ante la insistencia agregaba: “Si no lo hago con más asiduidad no es culpa mía. Esta noche, como mi presentación aquí en agosto, ha sido una pausa refrescante en mi vida“.
A esas actuaciones se sumó un recital realizado en vivo en ATC para el ciclo “Los grandes de la música popular” conducido por Antonio Carrizo.


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