miércoles, 26 de mayo de 2010

CAPITULO VI


“Por eso, señor, ocurra lo que ocurra
hay que vivir
pues no hay un dolor
al cual no se le pueda sonreír.
Recuerde, señor,
que no hay mayor fortuna que vivir
y sienta lo que sienta
tenga en cuenta que la función debe seguir”
(7)



Lolita volvía a hacer televisión pero, en esta oportunidad, contratada por canal 11. El 2 de octubre se puso en el aire “Señorita Medianoche”, con Rodolfo Salerno, Miguel Ligero y Susana Rinaldi, entre tantos otros destacados artistas. La presentación estaba a cargo de Guillermo Cervantes Luro.
El nudo central de esta comedia se basaba en el tenaz intento de una joven por recuperar a su abuelo, a quien no conoce y del que siempre vivió separada por culpa de antiguos rencores familiares. Música y enredos de por medio, la nieta conseguirá su objetivo además de enamorarse de un compañero de pensión. El programa, realizado en vivo porque el canal no disponía aún de videotape, se emitió en trece capítulos que tocaron fin el 25 de diciembre del mismo año. De aquella experiencia, muchos años después, recordaba Lolita: “Estuve en la inauguración de Canal 11, donde hice ‘Señorita Medianoche’, en vivo, que fue el primer gran éxito de Leoncio. Corríamos de un decorado a otro, me sacaba una ropa, me ponía otra y aparecía por otro lado. Era una mezcla de magia y sacrificio. También estuve en el lanzamiento del 9, cuando estaba Manolo Alba, con ‘La hermana San Sulpicio’.”
Unos días después del debut televisivo de “Señorita Medianoche”, se estrenó en el cine Trocadero y en el Gran Splendid “Cuarenta años de novios”, con Germán Cobos, Enzo Viena, José María Vilches, dentro de un importante elenco. Fue una coproducción argentino-española dirigida por Enrique Carreras, íntegramente filmada en nuestro país, y en la que Lolita se desdobló, asumiendo los personajes de madre e hija (de rubia en este último), con una fórmula que le significó reiterados elogios a su labor y que luego repetiría en televisión y también en teatro. El español Germán Cobos fue doblado por el actor Osvaldo Miranda, para la versión que se conoció en Argentina.
La revista Radiolandia opinaba “La crítica se ha mostrado prodiga en el retorno de Lolita al cine y nosotros no haremos otra cosa que ratificar esos conceptos. Películas como esta, de Enrique Carreras, así como `Paula contigo´ y `Los inocentes´ levantan la confianza en la recuperación de nuestro séptimo arte y hacen mirar con optimismo su porvenir. Salvo alguna crítica de los eternos descontentos, `Cuarenta años de novios´ ha sido muy bien recibida y el público, que es el mejor juez en estas cuestiones, le ha brindado su concurrencia (…) como hemos dicho durante el rodaje, Lolita Torres vuelve en la plenitud de sus méritos artísticos como actriz y cantante, en los difíciles papeles que debía cumplir al presentarse como novia, esposa y abuela en el ciclo que va desde cuarenta años atrás al momento actual, resolviendo los mismos con verdadero oficio. En lo referente a las partes cantadas con decir que Lolita canta mejor que nunca, está todo dicho, con la particularidad de que ningún género musical le es extraño, un mérito que pocas cantantes pueden lucir. La labor de Lolita en esta película es consagratoria, el trabajo de Enrique Carreras muy bueno, el libro adaptado de la obra teatral muy bien tratado y en cuanto a la labor de los demás intérpretes, no hay que extrañarse que Germán Cobos esté bien por tratarse de un veterano. En cuanto a Enzo Viena, también pueden dispensársele elogios porque cumple su papel con autoridad”.
Precisamente Enzo Viena aporta su recuerdo: “Lolita y yo filmamos solamente una película, una coproducción con España, y fue la única experiencia que tuvimos de trabajar juntos, después de muchos años de amistad, una amistad que se prolongó más tarde con los hijos. Yo no puedo hablar más que con admiración, con el recuerdo cariñoso y el respeto que siempre nos tuvimos mutuamente. En cambio, un recuerdo lamentable con Lolita fue cuando, estando en uno de los festivales de cine de Mar del Plata, bajé al hall del Hotel Provincial, que era el lugar central del festival, y tuve la noticia del terrible accidente que sufrió con su marido, Fito Burastero, a quien le decíamos `el colorado´, y que era un tipo sensacional, una maravilla de persona, con el que éramos amigos también. Afortunadamente, ella se salvó. Ya por entonces cultivábamos nuestra amistad. Luego se casó nuevamente. Y estando casada con Lole Caccia fue cuando filmamos `Cuarenta años de novios´. No hubo nunca una situación desagradable o algún problema. Ella era además de simpática, una persona formal, muy responsable. Tenía sentido de la ubicación, respetaba y se hacía respetar. Fue una figura admirable en todo el sentido de la palabra”. (Febrero 2007)

El año siguiente, la nueva maternidad renovaba sus ilusiones y acaparaba su tiempo por lo cual, durante los primeros meses de 1964, trabajó poco. El 13 de julio nació Marcelo Julio, su tercer hijo, con 3.700 kg. de peso, en el Sanatorio De Cussatis. El sueño de tener muchos hijos se iba transformando en una bella realidad.
Ya recuperada, retoma su labor televisiva y se mete una vez más en el género en que siempre desarrolló su faceta de actriz y el que le deparó grandes satisfacciones: la comedia dirigida a un público familiar. “Dos gotas de agua” fue el título para ésta oportunidad, con libro de Rodolfo M. Taboada. Los dos protagonistas masculinos fueron Fernando Siro y Marcos Zucker. Aquí, Lolita desarrollaba dos personajes, encarnando a hermanas mellizas, una rubia y una morocha que, separadas a poco de nacer, crecieron sin conocerse, una en España, lugar donde nacieron, y la otra en Argentina. Se encontrarán casualmente, lo que producirá una serie de graciosas confusiones, hasta que finalmente conocerán la verdad y encontrarán el amor. La tira semanal se emitió en trece capítulos, desde octubre hasta diciembre, y pudo verse por Canal 11. La actriz Nelly Beltrán también fue parte del elenco y así recuerda a Lolita: “Cuando la televisión daba sus primeros aleteos, yo hice un paso de comedia con Ubaldo Martínez, y Lolita cantó sus canciones en un programa que se hizo como prueba, más que nada para revisar las cuestiones de tipo técnico porque todo aquello estaba en pañales aún. Este es un hecho que muy pocos mencionan pero en esas primeras transmisiones nosotras estuvimos ahí. Unos años después hice junto a Lolita “La hermana San Sulpicio” y por ese trabajo gané un Martín Fierro, que me tuvo muy feliz y orgullosa. Luego tuve la suerte de trabajar en “La casa de la Troya”. Eso en Canal 9. En el 11, fui parte de “Dos gotas de agua”, donde encarnaba a una vendedora compañera de Lolita. La verdad es que jamás tuve un problema con ella. Ni yo ni nadie. Éramos muy amigas en ese momento de compartir el trabajo con cierta frecuencia. Me acuerdo que en los primeros programas iba siempre con Santiaguito y todos jugábamos con el nene. Ella, siempre encantadora. Fue una persona magnífica, ni dudarlo. Luego nos veíamos menos. No fuimos de esas amigas que están siempre pegadas pero compartimos muchos momentos juntas, con nuestros maridos. Salíamos a cenar los cuatro y nos divertíamos muchísimo porque las dos hemos sido de muy buen humor, y Maurice y Lole, nuestros maridos, también. Así que estar juntos, los cuatro, era sinónimo de reírse y pasarlo bien. Guardo de Lolita los mejores recuerdos porque nunca la vi llevarse a nadie por delante, al contrario, siempre tuvo muy buenos modales para todos. Y era muy divertida también. Nunca la vi causar un problema o complicarle las cosas a alguien. La recuerdo como lo que fue: una muy buena persona y una gran mujer. Una mujer exquisita”. (Junio 2006)

Lole Caccia cuenta un suceso de aquel año que sería muy importante en la vida familiar: “En 1964 compramos una quinta, en Pilar: ‘Molino Blanco’. Aquello era un campito con cuarenta vacas, tractor, taller… tenía de todo allí. La tuvimos hasta el ‘75 más o menos. Íbamos los fines de semana, vacaciones de invierno, de verano, siempre que podíamos. Allí iban Tita Merello, Juan Carlos Altavista, Luis Sandrini, Horangel, Abel Santa Cruz, Tito Ribero, Marta y Waldo de los Ríos. Asado va y asado viene. Pasamos momentos inolvidables y guardo muchos lindos recuerdos de aquello porque fuimos muy felices en ese lugar. Altavista era como un hermano para mí. A la nochecita me decía ¿y ahora qué hacemos? Íbamos al gallinero, sacaba la pistola y empezaba “este pollo y este pollo y este otro” y los iba bajando a tiros… después nos comíamos esos pollos muertos a escopetazos. Era un loco lindo. Uno más de la familia”.
Comienza la filmación de “Ritmo nuevo, vieja ola”, bajo dirección de Enrique Carreras, una película formada por tres episodios, independientes uno del otro, con un común denominador: la música típica de cada época. Así, el primero de ellos hizo referencia a la “Nueva ola”, y Mercedes Carreras, Ángel Magaña y Dean Reed fueron los encargados de dar vida a los personajes centrales. El tercero, la “Vieja Ola”, tuvo como protagonistas a Tita Merello, Pedro Quartucci y Ubaldo Martínez. Fue el segundo de los episodios el que contó con la participación de Lolita. Se tituló “Ola eterna” y en él encarnaba a Raquel Mejía, una exitosa cantante española que llega a Buenos Aires con motivo de una gira, donde encuentra el amor en el periodista Gustavo de Castro, personaje compuesto por Jorge Salcedo.
Se estrenó en primer lugar en Bahía Blanca y en Rosario, y el 19 de agosto de 1965 en el cine Ocean de Capital Federal. Roberto Airaldi y Santiago Gómez Cou fueron nombres destacados en el elenco. Años después Lolita confiaba: “Cuando autor y director vieron el film terminado se dieron cuenta de que en esa historia podría haberse basado toda una película”. Fue, quizás, junto a “Cuarenta años de novios” y “La edad del amor”, uno de sus mejores trabajos para el cine, en el que se la vio madura, segura y capaz de transmitir hondas emociones a su personaje, ya sea con la palabra como con el silencio o la mirada.

Para su nuevo ciclo de televisión se eligió un libro de Rodolfo M. Taboada. Su título: “Candilejas”, y en él estuvo secundada por un importantísimo elenco. Lolita interpretó en esta oportunidad la historia de tres mujeres, en tres épocas diferentes: la madre, la hija y la nieta. Jorge Salcedo y Jorge Barreiro tuvieron a su cargo los roles centrales masculinos, dentro de un muy importante elenco. La presentación del ciclo estaba a cargo de Fernando de la Vega, y pudo verse entre el 1 de octubre y el 31 de diciembre, en catorce capítulos que se emitieron los viernes por la noche. “Candilejas” obtuvo el Martín Fierro en el rubro “Teleteatro en serie.”
En la revista Antena, Lolita definía algunas cuestiones de su condición de artista: “Para triunfar no basta nacer con un don. Hay que entablar una lucha que no termina nunca. El error más profundo que puede cometer un artista consiste en creer que puede conquistar al público definitivamente. Y al público nunca se lo conquista para siempre. No hay posibilidad de descansar y quien se duerme sobre los laureles termina por caer en el olvido. Cada película, cada programa de televisión o cada aparición en público es un riesgo y hay que estar a la altura de los peligros para poder salvarlos. Además de esto, claro que hay que nacer con un don. Yo no quise cantar, no fue un proyecto, una idea forjada para cumplirla luego con empeño. Yo cantaba, que es distinto. Cantaba porque me nacía de adentro, porque era la mejor forma que encontraba para expresarme. Creo que canté, incluso, antes de hablar. A los dos años ya entonaba una canción que hablaba de un marinero, a los cinco cantaba y bailaba, a los ocho estudiaba canto y danza. Uno lo lleva adentro o no lo lleva”.

Su siguiente película la reunió nuevamente con un actor al que admiraba y quería profundamente, uno de los protagonistas del film en el que hizo su debut cinematográfico: Luis Sandrini. “Pimienta” fue el título y se estrenó en el cine Monumental el 19 de mayo de 1966. Aquel trabajo permitía el lucimiento total de Sandrini que desplegó en ella, una vez más, sus grandísimas condiciones de inmenso actor. Se sabe que el rol del personaje femenino le fue ofrecido en primera instancia a otras actrices que no lo aceptaron por considerar que poco brillarían junto al descollante personaje de Pimienta encarnado por Sandrini. Sin embargo, cuando le fue ofrecido a Lolita, la respuesta de la actriz fue afirmativa, y tal vez lo fue porque su escala de valores era muy diferente a la de sus colegas. Sabía perfectamente que la “doctora Laura”, tal el nombre de su personaje, tendría en su piel todos los matices que pudieran aportarle su experiencia y su reconocida capacidad para la actuación. No le importaba ser la escolta de Sandrini, muy por el contrario, tal circunstancia la hizo sentir halagada. Por otro lado, a esta altura de su trayectoria artística, consideraba que podía distinguir qué cosas le convenían y cuales no, además de pensar que los trabajos dignos, que valían la pena realizarse, estaban muy por encima de ocupar el primero o el segundo lugar del reparto. Muchos fueron los que comentaron elogiosamente el proceder de la artista y ella misma lo explicaba claramente: “No hay papeles pequeños. Hay buenos y malos actores. Yo creo ser una comediante más o menos eficaz y trataré de darle relevancia al simpático personaje que me ha tocado en suerte”
Por entonces se dijo que, por su alto costo, era la película más ambiciosa del cine argentino hasta el momento. En cuanto a Lolita, que era la primera vez que a una actriz se le pagaba por su labor “una suma tan importante como lo fueron los dos millones seiscientos mil pesos que percibió.” Una vez más, igual que años atrás, se hablaba de que era una de las actrices mejor cotizadas del cine nacional.
Las críticas apoyaron el film, “la prodigalidad de elementos de atracción aseguran un cheque en blanco” argumentaban. Las publicidades se basaban en el “por primera vez juntos”, pero además del encuentro de los dos grandes del cine, algo nunca sucedido anteriormente acontecería en él: Luis Sandrini se animaba a cantar por vez primera en su carrera artística. Lo hizo de la mano de Lolita, con la canción “Los payasos”, de Leopoldo Díaz Vélez y Tito Ribero, que luego llevaron al disco. En el elenco sobresalió notablemente Roberto Airaldi como el hermano de Pimienta, y Selva Alemán cubriendo el rol de la sobrina mayor. Mucho tiempo después, Selva Alemán tiene estas palabras para evocar a Lolita: “Tengo un muy lindo recuerdo de ella porque fue muy afectuosa, muy cariñosa conmigo. Yo era una actriz que recién empezaba, muy joven, tenía apenas unos dieciocho años y era de las primeras veces que hacía cine. Lolita, en cambio, era una estrella. No era demasiado abierta o muy dada en general con nadie, sin embargo conmigo fue muy amorosa y contenedora, dueña de una gran calidez. Mi recuerdo es fundamentalmente sobre la forma tan afectuosa con la que me trató, cómo charlamos, o cómo jugamos las escenas que debíamos compartir. La recuerdo como una persona muy cálida y muy a favor de la gente joven, muy de ayudar en todo lo que hacía falta”. (Marzo de 2007)

Por entonces, Lolita seguía ampliando su repertorio gradual pero definitivamente. Necesitaba abrir su panorama musical y ensanchar el horizonte de su voz. Sabía que podía y que además necesitaba hacerlo para sentirse crecer como artista. En una nota publicada por el diario El Mundo, Lolita explicaba: “A veces se me ha reprochado que haya elegido el género español para expresarme, significándoseme que no siento o no aprecio nuestra música. Todo lo contrario. Adoro el folklore, adoro el tango, especialmente a Gardel. La oportunidad y las condiciones que uno posee determinan a veces nuestra elección. Cuando yo me inicié había una verdadera furia por lo español, así como hoy hay una verdadera furia por nuestro folklore. Ello, sumado a las condiciones que creí poseer, signaron mi camino. Hoy pretendo ampliar mi expresión, incorporando nuestra música a mi repertorio e incluso otras melodías autóctonas de América. Lo hago porque tal vez deseo destruir esa imagen de extranjera que me inventaron al presentarme en mi debut como una artista española, seguramente para atraer más fácilmente la atención del público”.

Una nueva comedia la retornaba a la pantalla televisiva. Fue “Mariana”, junto a Jorge Barreiro y un importante elenco, en el que sobresalían Floren Delbene, Eva Franco y Miguel Ligero. Pudo verse entre octubre y diciembre del mismo año. La trama central de esta historia giró en torno a Mariana, joven que vive en un convento, a cargo del Padre Florencio y la Madre Superiora, desde el momento en que quedó huérfana. La influencia religiosa hace que Mariana llegue incluso a pensar en tomar los hábitos, pero un empresario que la escucha cantar, le ofrece hacerlo en Buenos Aires tentándola con la posibilidad de que, con lo que gane, podrá ayudar a salvar el convento que se halla hipotecado y se enfrenta al peligro de un inminente remate. Mariana accede y logra cumplir con su propósito, entretanto se enamora del hijo de quien es acreedor de la hipoteca.
Las comedias realizadas en Canal 11 resultaron muy exitosas, razón por la que en tiempos de verano, solían reponerse. Tal fue el caso de “Dos gotas de agua”, “Candilejas” y “Mariana”.
En la Primera Fiesta Nacional de la Televisión, recibió el Premio Superior Gobierno de la Provincia de Santa Fe, “Mástil de Oro”, a la mejor Actriz de Comedia Musical del año 1966.
Lolita era una permanente agradecida a Dios y a la vida por todo lo que había recibido. Era una gran luchadora. Al alto sitial que ocupaba desde hacía tanto tiempo, había llegado subiendo peldaño a peldaño, con esfuerzo, trabajo y dedicación. Por entonces, confesaba en la revista Radiolandia: “Agradezco a la vida que me haya hecho conocer el dolor porque así se comprenden mejor las horas de felicidad y de paz”.

En marzo emprendió un viaje a España, junto a su esposo, sobre todo en plan turístico pero sin dejar de contemplar la posibilidad de una actuación en televisión, a raíz de un contacto realizado por Nati Mistral. Así fue que dejó grabado un programa para la televisión española llamado `Argentina canta a España en la voz de Lolita Torres´, en el que hizo canciones españolas y argentinas. Por otro lado, también se la requirió de la televisión francesa para que grabara cuatro canciones que se emitirían en Eurovisión. Lolita se entera en esa estancia en Madrid de que está embarazada y esto la obliga a regresar antes de lo previsto, pero sin que ello signifique dejar de cumplimentar el plan turístico que habían previsto con su esposo, que incluía otras provincias de España, París y Roma.
El 3 de julio se ponía en el aire su nueva comedia televisiva, “Burbuja”, la única de este ciclo que realizó para canal 11 que no se vio dentro los últimos tres meses del año. Su embarazo fue justamente la razón que obligó a programar una fecha anterior. En este trabajo estuvo acompañada por José María Langlais, Ernesto Bianco, Miguel Ligero y Gloria Guzmán, en los roles principales. En “Burbuja”, Lolita componía el personaje de la hija adoptiva de los dueños de un circo, del que es su principal figura. En una situación límite del mismo, consigue con sus actuaciones salvarlo de la quiebra. Está enamorada de Livio, el trapecista, y con él se unirán definitivamente al final de la historia que incluyó también mucho humor y un amplio abanico de canciones. Debido a que el embarazo de Lolita era ya bastante notorio fue necesario apurar el final, por lo que el último capítulo se emitió el 25 de septiembre.

Augusto Orsini fue un gran amigo de Lolita y de toda la familia Caccia, pero además fue su peinador en muchos éxitos de televisión. En 1978 se fue del país y actualmente vive en Italia, donde da clases de dibujo y pintura. Recuerda a Lolita con un amor incondicional, también con admiración, inspirada no sólo en su faceta artística sino también, y muy especialmente, en la personal. “Lolita no tiene mancha de ningún tipo porque fue una persona fuera de serie. Dividió su vida entre la pasión por el arte y la familia, y por eso en el mundo artístico no tenía más relaciones que las estrictamente necesarias. Algunos le hicieron fama de antipática pero ella no era así, y lo digo porque la conocí mucho. En su quinta de Pilar, se hacían comidas con treinta o cuarenta personas cada vez, que en su mayoría no eran del ambiente. Era más fácil encontrar ahí al electricista o a los amigos del marido que a un artista, porque las puertas estaban abiertas para toda esa gente. Como trabajadora era muy obediente, igual conmigo que con la peinadora o el modisto. Aunque la demora fuera grande ella nunca se quejaba porque no quería molestar al que estaba trabajando. Tenía una paciencia infinita. Son pequeños detalles de una personalidad que solamente estando muy en contacto con ella podían apreciarse. Algunos, equivocados en su apreciación, creían que era una estrella subida a su pedestal, pero la realidad era que su calidez y su don de gente estaban tan a la mano que algunos no tenían capacidad de verlo. Muchos confundieron su humildad con soberbia. Lolita fue una mujer muy inteligente, con una mente muy abierta. Cuando la conocí, en oportunidad de que filmaba una película y Jean Car me pidió que le colocara una peluca rubia, pude ver en ella a una mujer hermosa, con una piel fantástica. Recuerdo que cuando hacía los programas de televisión, se levantaba a las cinco de la mañana, entrábamos en el canal a las siete y, a veces, seguíamos hasta las tres de la mañana del otro día. Comíamos algo y seguíamos adelante. Lo francamente asombroso es que la maquillaban a la mañana y luego de varias horas apenas había que retocarla. Era una cosa increíble, no se le estropeaba el maquillaje, no se le arrugaba el vestido, algo raro de ver. A otras actrices había que arreglarlas permanentemente, pero con Lolita era innecesario. Recuerdo que, ya en el plano personal, cuando estaba por nacer Marcelo me pidió que la peinara con el pelo recogido en un rodete y que, luego del parto, fuera para retocar el peinado porque irían los periodistas para hacerle fotos. Nació Marcelo y después de unas horas me fui para allá para cumplir con su pedido. Al verla pude comprobar que el peinado apenas se le había torcido un poco. Le dije ‘Esto es demasiado ¿cómo hiciste?’. Esa mujer era increíble…Y sumamente generosa. Tenía muchos gestos de ternura. Lolita quería mucho a Gloria Guzmán, que ya era bastante mayor, y en una oportunidad quiso tenerla en su programa. Pero no lo hizo así nomás sino que puso todo a su disposición, puso a toda la gente a trabajar para Gloria, incluida la escenografía para que ella luciera en el cuadro en que iba a cantar ‘El zorongo’, canción de la que además no recordaba bien la letra. Lolita se ocupó personalmente de conseguirle la letra, no sé adonde, pero se la consiguió. Cuando llegó el momento de grabar y la llamaron, Gloria pareció transformarse, sonrió con una sonrisa espectacular, se armó, se transformó, volvió a estar joven y hermosa otra vez. Un porte sensacional… Y atendida personalmente por Lolita Torres. Lolita era así. Lo daba todo. Y es que solo los grandes tienen esas cosas. En cambio, estos que piden de todo y están llenos de excentricidades, es porque en el fondo no tienen confianza en sí mismos. Y hacen bien en no tenerla. A ella, en cambio, le sobraban condiciones. Su voz, su sentimiento para cantar, carecían de esas exageraciones que suelen tener los cantantes. Fue una grande de verdad”. (Abril de 2007)

El 21 de noviembre de 1967 nació Mariana Beatriz en el Sanatorio San Camilo, de la Avenida Ángel Gallardo. Aquel nacimiento tuvo pendiente a toda la prensa. Tanto fue así que Canal 9 y Canal 11, apenas unas horas después de producido, transmitieron en directo durante toda la tarde los hechos concomitantes con la situación: las palabras de los papás, los hermanitos, familiares, amigos, los regalos que iban llegando al sanatorio para la recién nacida y las flores que recibía la mamá. Tras la alegría y la emoción de la llegada de su cuarta hija sobrevinieron unos merecidos meses de descanso.
Su matrimonio estaba próximo a cumplir siete años. Finalmente, su vida logró encontrar el espacio de dicha merecida en el que poder descansar, realizarse y concretar los anhelos que siempre tuvo para sí misma. Aquel proyecto personal, esbozado desde los juegos de la niñez, planeado con la ilusión de la adolescencia y la juventud, se consolidaba en su madurez, reafirmando su plenitud de mujer. Supo que no se había equivocado cuando decidió treparse nuevamente al estribo del amor y la esperanza. Toda ella era, simplemente, lo que había querido ser: una mujer feliz.


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